Naomi Klein es una reconocida periodista, autora y activista en temas
relacionados al capitalismo, el cambio climático y los movimientos
altermundistas. Klein estuvo en el país invitada por el colectivo
Profesorxs Autoconvocadxs en Resistencia Solidaria (PAReS) para
visibilizar los problemas del capitalismo del desastre y las
alternativas para una transformación justa y ecológica de este
archipiélago tras el paso del huracán María. Esta entrevista ocurrió en
el Bo. Mariana de Humacao, al final de un encuentro de organizaciones en
resistencia que luchan por otro país posible y necesario.
PAReS: ¿Qué te parece lo que está ocurriendo en Puerto Rico en
cuanto a la organización de la resistencia al capitalismo del desastre?
Naomi Klein: Es fantástico estar aquí en una reunión de
organizaciones donde las personas están uniéndose y acercándose para
generar una visión compartida. Me parece que la Federación de Maestros
está lista para esta lucha. Mientras que otras organizaciones están muy
agotadas y no representan una oposición fuerte [al capitalismo del
desastre]. Entonces pienso que esta es una de esas situaciones en que
las personas que tienen la fuerza y la capacidad deben compartirlas y
ayudar a los demás a levantarse. Algunas organizaciones estaban muy bien
preparadas para este momento, habían hecho sus análisis, tenían
soluciones listas y estaban en una mejor posición [para responder], como
Casa Pueblo que ya tenía una visión de un mundo libre de esta
dependencia extrema, con soberanía energética y alimentaria. Las
personas que ya iban en esa dirección se han levantado en este momento
de formas extraordinarias. Pero a las personas que piensan de manera
centralizada, les toma tiempo adaptarse.
PAReS: En tu experiencia como activista, periodista y
escritora, ¿cómo se construye el poder desde la base? ¿cómo se moviliza a
las personas eficazmente?
Naomi Klein: En este momento es necesario tener algún tipo de plan y
una visión sobre cómo salir de estas múltiples crisis, que se
intersectan y superponen, y que afectan a Puerto Rico ahora. Creo que
están en una mejor posición de lo que parece. Hace unos meses [el 1 de
mayo de 2017], salieron a la calle cerca de 100,00 personas contra la
austeridad. Además, estaba la huelga estudiantil. Ese movimiento no ha
desaparecido. Es posible movilizar a la gente. Estas movilizaciones
ocurrieron por la deuda y la austeridad. Me parece que ahora hay que
hacer un análisis coherente de los factores que provocaron la crisis e,
igualmente importante, de cuáles son las soluciones reales. En este
momento, a la población se le están imponiendo muchas “soluciones”
falsas e increíblemente peligrosas. En verdad, es una carrera contra el
tiempo. La idea de explotar la crisis, acentuar la desigualdad y la
dependencia, imponer más privatización y más austeridad estuvo en pausa
por un breve periodo de tiempo, pero ha regresado con más fuerza. De
hecho, ocurrió estando yo aquí con el anuncio [de la privatización] de
la AEE y el plan fiscal que se estaba develando.
Necesitamos una contra–narrativa que explique el plan alternativo de
la gente para responder a este plan brutal que ha emergido. Creo que
oponerse a los planes [del capitalismo del desastre] nunca ha sido
suficiente. Y cuando el status quo es totalmente inaceptable,
como ahora, ninguna lucha que sea exclusivamente defensiva va a lograr
una movilización, no porque no tengan la capacidad de organizarse, sino
porque no va a inspirar a la gente. El rol de los organizadores y los
intelectuales en este momento es ampliar “el menú” de posibilidades.
Ahora mismo, solo hay dos opciones falsas: el status quo, que
está fallándole a la gente brutalmente, o la promesa, aunque falsa, de
que, si se les da a las corporaciones más de lo que piden, las cosas se
van a arreglar. Este es un momento de cambio, la gente lo quiere, por
tanto, hay que ampliar “el menú” del cambio.
PAReS: Dado que la lógica subyacente al activismo se ha
centrado mayormente en el “no”, es decir, la oposición a ciertos
proyectos, ¿crees que cambiar la política de izquierda a una política
del “sí” requerirá necesariamente un cambio de táctica?
Naomi Klein: Sin duda requiere un compromiso con la política. No sé
qué forma tendrá; tal vez tomar un partido político existente; tal vez
crear un partido político nuevo; tal vez iniciar una plataforma del
pueblo, que incluya un proceso para decidir cuál será su manifestación
política. Pero, si queremos cautivar a la gente, necesitamos
manifestaciones políticas que reflejen la urgencia de este momento
histórico; y eso requiere un compromiso con la política, con P
mayúscula, al nivel más alto que podamos llegar. Esto no quiere decir
que no nos organicemos en nuestras ciudades y nuestras comunidades. Pero
dejar que otros se encarguen de la política es una forma de abdicar en
este momento. El trabajo a pequeña escala no va reducir las emisiones
significativamente, ni va a combatir la desigualdad; tampoco va a crear
una nueva dinámica de poder. Creo que debemos ser más ambiciosos.
Los millennials están mucho más dispuestos a ensuciarse las
manos. Son mucho menos puristas que mi generación. Nosotros decíamos:
“Cambiemos el mundo sin ocupar el poder”; “No me voy a ensuciar las
manos”; “No tenemos líderes”. La gente está viviendo en la
contradicción: hay “anarquistas por Bernie Sanders” [risa colectiva]. Lo
están haciendo a todos los niveles porque sienten la urgencia y están
cansados de no ganar. Es asombroso. En el Reino Unido, muchas
organizaciones que se habían mantenido al margen de la política ahora
están haciendo campañas. Y hacen falta políticos dispuestos a trabajar
con estos movimientos, como Sanders y Corbyn.
PAReS: Recientemente estuviste en Barcelona donde hay una
fuerte lucha política en torno a la soberanía nacional, que a menudo se
presenta como si se tratara de escoger entre la independencia nacional y
el anticapitalismo. ¿Qué piensas de estos debates?
Naomi Klein: Quebec es una formación colonial que les robó la tierra a
los indígenas. Uno de los problemas en donde existen movimientos de
soberanía fuertes, es la forma en que éstos pueden borrar las
complejidades de las jerarquías al interior de estos territorios; las
elites pueden hacerse pasar por oprimidas y borrar sus propias prácticas
opresivas. No estoy cuestionando si deben ser soberanos o no. Pero uno
de los problemas de los movimientos de liberación que no han tenido
éxito en largos periodos de tiempo es que están al servicio de un
aplazamiento eterno de atender la dinámica interna y otras amenazas a la
soberanía.
Siento mucho respeto por Ada Colau [alcaldesa de Barcelona] y el
papel que ha desempeñado en la compleja dinámica al interior de su
partido, Barcelona en Comú. Ella está tratando de sostener una discusión
sobre las muchas formas de amenaza a la soberanía —la soberanía del
agua y la vivienda— y que lograr la soberanía nacional no significa
necesariamente que se resolverán estos otros problemas. Debemos ser
capaces de discutir las formas de soberanía que hay que reivindicar y no
permitir que una sola definición englobe a las demás. Este es un asunto
que no puede dejarse para después que se logre la soberanía nacional.
En esta etapa de la integración económica global en la que surgen
pequeños jugadores económicos, pequeños territorios recién
independizados, a menudo se hallan bajo una creciente presión de
establecer acuerdos pro corporativistas. En Groenlandia, por ejemplo,
hay movimientos por la soberanía indígena que por fin están logrando
victorias, pero su vulnerabilidad económica es tal, que la única forma
en que pueden adquirir la libertad económica es perforando pozos de
petróleo en la capa de hielo que se está derritiendo bajo sus pies. Por
eso, si no se lidia con estos problemas, ¿de qué le vale la soberanía a
un pueblo ártico cuya supervivencia económica depende de que se vuelvan
cómplices de su propia aniquilación cultural?
Muchos han hablado del huracán María como un develar, y pienso que lo
que se ha puesto al descubierto es lo que significa no tener soberanía
en tantos aspectos de la vida; lo que significa la dependencia
alimentaria y energética cuando el sistema sufre una falla
significativa. Creo que ahora la mayoría de los puertorriqueños lo sabe
porque lo están viviendo, pero tiene que hacerse un diagnóstico adecuado
para que el gobernador no pueda decir: “El problema es que necesitamos
una compañía que venga de afuera y nos haga el trabajo.”
Cuando estuve en Barcelona en noviembre, poco después del referéndum,
la situación era muy intensa. Hubo mucha violencia del estado cuando la
gente trató de votar y arrestaron a todo el gabinete. Barcelona en Comú
respondió ampliando la definición de soberanía; definió su proyecto
político como uno de múltiples soberanías. Está construyendo un mundo
donde haya soberanía del agua, soberanía alimentaria y soberanía
económica hasta el punto de que cualquier municipalidad pueda ejercer al
máximo su poder en una economía global. Creo que este es el proyecto
político más interesante del planeta en este momento.
Lo más preocupante de lo que está ocurriendo en Cataluña es que [los
nacionalistas] no están resolviendo su visión política antes de luchar
por la soberanía. Hay coaliciones de izquierda increíbles con una visión
anarcosindicalista para una Cataluña independiente. Y están los
neoliberales acérrimos que no quieren pagarle nada al resto de España.
Esto me parece épicamente peligroso. Es más realista construir la
soberanía desde la base, a partir de una experiencia vivida —el agua, la
energía, la comida o la vivienda— que permita construir un proyecto de
soberanía nacional liberador, especialmente en el sur de Europa —Grecia,
España, Portugal— donde todos saben lo que significa que las finanzas
internacionales te arrebaten la soberanía.
PAReS: Luego del huracán María parecería haber un aumento en la
capacidad y el interés de la diáspora puertorriqueña en Estados Unidos
en incidir en los procesos de ayuda en la emergencia y la
reconstrucción. ¿Conoces otros ejemplos en que hayas visto una relación
similar?
Naomi Klein: No creo que haya muchos ejemplos de lo que dices en
contextos posdesastre. Lo que mencionas es algo nuevo. Creo que el rol
de los verdaderos aliados de la diáspora es darles poder a los
puertorriqueños, no venir a salvarlos. Creo que mientras más planes
puedan hacer, más gente les dará el apoyo que necesiten.
Esta carrera contra el tiempo puede causar mucho miedo. Ellos [los
capitalistas] ya tienen un plan y quieren que ustedes lo acepten. Y
ustedes no tienen un plan. Alguien dijo hoy [en el encuentro] que la
velocidad a la que se desarrollan los movimientos es muy distinta a la
que se desarrolla el capitalismo del desastre porque a ellos no les
importa un bledo la democracia, y porque son autócratas. Por eso creo
que hay que pensar en cómo hacerlo; es como “crear un espacio” para la
autodeterminación. No hay que tener el plan completo para decir
“exigimos ese espacio”; y las precondiciones para ese espacio deben ser:
“no pueden vender todos nuestros recursos” o “no reconocemos la ley
PROMESA”, lo que sea. Pero que nadie se crea que esa es la solución o la
meta final; es la precondición para comenzar. Creo que hay que
articularlo como un derecho; el derecho a la propia determinación de la
reconstrucción, la recuperación, la transformación, o como quieran
llamarla. Ese derecho ha sido violado por esta especie de venta de
liquidación que les ha caído de sopetón. Es muy distinto a decir
simplemente “No privaticen la AEE”. Tienen que resistir la privatización
para poder transformar porque tienen ese derecho.
*La entrevista fue realizada por Federico Cintrón Moscoso, Gustavo
García López, Mariolga Reyes Cruz, Juan Carlos Rivera Ramos y Bernat
Tort; transcrita por Damián Irizarry y Luis López; y traducida al
español por Aurora Lauzardo.