Páginas

.

.

jueves, 8 de diciembre de 2011

La crisis del euro o la crisis del capitalismo financiero

Alejandro Rofman Investigador del CONICET. Profesor UBA


Hace pocos días, en un enjundioso artículo, Samir Amin –el prestigioso analista de la economía capitalista a nivel internacional– intenta actualizar sus análisis sobre las periódicas crisis del sistema dominante con un desafiante título: “Crisis del capitalismo o salir del capitalismo en tiempo de crisis”.
El desarrollo del citado aporte es altamente ilustrativo en tanto permite reconocer los perfiles del actual colapso de las finanzas estatales de la mayoría de los países europeos –con la excepción de un pequeño lote encabezado por Alemania– como una manifestación contemporánea, de carácter inédito, de la grave encrucijada que afecta al sistema capitalista internacional. En eso Amin es muy enfático (y acompañamos plenamente ese énfasis). Es que centrar solamente en la estabilidad o permanencia de la moneda más utilizada en Europa el signo dominante de la crisis es no dar cuenta de toda su magnitud y de la imposibilidad de superarla tras el derrumbe económico y social que cubre el continente europeo.
La crisis se genera a partir del acentuado proceso de oligopolización de las economías capitalistas de Occidente y de los diversos caminos que se escogieron por sus conductores a fin de restablecer la caída de la tasa de ganancia media de modo que tales oligopolios escapen del daño económico generalizado y puedan seguir acumulando niveles elevados de beneficios. Luego de la ampliación del mundo capitalista tras 1991 se perfiló, con cada vez mayor intensidad, el modo de acumulación que había surgido en Occidente, dos décadas atrás, basado en la renta financiera. Los grandes grupos económicos concentrados instalaron instrumentos especulativos en los mercados financieros, como eficaces atajos para que las ganancias empresariales se ampliaran lo máximo posible.
Tales instrumentos financieros se multiplicaron en presencia y en opciones diversas. Era condición para que funcionaran adecuadamente moverse con gran velocidad (de ahí el impresionante avance de la informática), operar sin límites regulatorios y basarse en estructuras económicas asociadas para competir exitosamente. Una de estas herramientas claves la constituyó la unificación europea y la adopción de una moneda única, que rigió en todos los países, cualesquiera sea el nivel de desarrollo relativo de las fuerzas productivas en cada uno de ellos.
La perversa combinación entre mecanismos de valorización financiera y su desvinculación de la producción de bienes en la economía real supuso el agigantamiento de los endeudamientos públicos y privados. El incremento desmedido del crédito para sostener el consumo superó el nivel del Producto Bruto de los países de Occidente. La extendida concesión de créditos a los gobiernos de las economías periféricas de Europa, para financiarlas, comprometieron a la banca privada alemana y francesa en la emergente estrategia. Todo estaba subordinado al signo monetario único e idéntico en valor –el euro–, lo que cerraba a tales economías la posibilidad de desplegar una política económica propia
Así, la fiesta del capitalismo financiero y especulativo hizo crecer en forma desmedida la deuda pública y privada en los países periféricos de Europa. Llegó un momento en que el globo especulativo se pinchó, como no podía ser de otra manera. El causante del derrumbe no fue la rigidez del euro sino que tal condición acentuó y profundizó los graves desajustes entre ingresos privados y públicos y amortizaciones de la enorme deuda. La solución hasta ahora adoptada es un feroz ajuste que se les ha impuesto a los países altamente endeudados por los gobiernos –en especial el alemán– para que los Estados posean capacidad financiera a fin de saldar tal deuda.
Pero el ajuste lo impide pues acentúa la recesión y el desempleo y desestabiliza todo el aparataje creado en torno al euro como unidad monetaria común.
No hay una salida factible, estable y equitativa si no se modifican las condiciones de funcionamiento del capitalismo especulativo, no se fortalecen los mercados internos y no se abandona la rigidez del euro para los países retrasados, para que recuperen soberanía económica. Y eso significa simple y llanamente hablar de otra forma de solución alternativa al modo de acumulación actual.

Fuente: Tiempo Argentino