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miércoles, 20 de julio de 2016

Todos somos carne de cañón


Analía Caballero - Históricamente, en nuestro país la clase media es la más castigada, la que padece los ajustes, la que tiene que poner mil veces el hombro por el proyecto político de turno. Es ese amplísimo sector que oscila entre el sueño de crecer económica y culturalmente y hacer malabares para no dejar de mandar a los chicos al colegio y llegar a fin de mes sin sufrir demasiado.
La definición de clase media que aprendimos en la escuela quedó un poco vetusta gracias a los vaivenes de nuestra ciclotímica economía, pero podríamos sentirnos identificados en esa franja la mayoría de los argentinos.
Esa pertenencia que compartimos para bien y para mal podría -debería- unirnos; y a veces lo hace, aunque de forma un poco disgregada. Así lo demuestran los espontáneos cacerolazos o “ruidazos”
de estos días, los cortes de calles de determinada organización social, mientras otra lo hace en un lugar diferente, en distinto horario, tal o cual sindicato hace oír sólo su voz y muchos ejemplos más.
Como si no costara esa cohesión entre compatriotas, los “de arriba” les echan leña al fuego. Aquí, ya hablamos en otras ocasiones de los lamentables exabruptos del ex gerente del Banco Central, Javier González Fraga, como ese que decía que los de clase media nos habíamos comido el cuento de que podíamos viajar y comprarnos plasmas o que, en realidad, no hay tantos pobres como se piensa.
Declaraciones insensatas, que parecen dichas con el único fin de crear polémica y distraernos, como la desafortunada frase de ayer del presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere.
El empresario expresó que es necesario hacer más eficiente el sistema de cortes porque “pasando la General Paz, la gente no come lomo” y estalló la polémica. Probablemente esto que suena a burrada tenga alguna explicación, que ya no le importa a nadie, porque este tipo de máximas vuelve a lastimar un poco a esta clase media, medio harta, medio decepcionada y bastante vapuleada. El silencio es salud, querido Luismi.
Fuente: Crónica