Emir Sader (*) - El
ensayo fue largo, pero el paro general despuntó y paralizó Brasil. De
norte a sur, en las ciudades grandes, medianas y pequeñas, el país se
detuvo y salió a la calle para manifestar la defensa de los intereses de
todos contra la ofensiva antipopular del gobierno golpista.
Si estaba apostando
al fracaso del paro general para seguir adelante con la anulación de
los derechos de la mayoría de la población, el gobierno se equivocó. Se
apresuró para aprobar la liquidación del Código de Trabajo (CLT, por
sus siglas en portugués), la tercerización, la eliminación de la
seguridad social pública, para ponerse al servicio del mercado y los
medios de comunicación, pero ahora se choca con el país real.
Hasta ahora el
gobierno se apoyó en la mayoría conservadora en el Congreso, como si
ella fuese representativa de la sociedad, para llevar adelante su
programa regresivo. Fue acumulando resistencias, en el movimiento
popular y en su propia base de apoyo.
Los movimientos
populares, por su parte, fueron acumulando fuerzas, hasta el gran reto
de la huelga general. Hay quienes piensan que es la solución definitiva
de los conflictos. No es así. Es una gran demostración de fuerza y,
al mismo tiempo, un momento de gran toma de conciencia por parte de los
trabajadores de su papel de productores de toda la riqueza que tiene el
país.
Su éxito eleva la
lucha contra el gobierno golpista a un nivel superior. Las condiciones
de rechazo a poner fin a la seguridad social ya existían, ahora se trata
de frenar la eliminación del CLT en el Senado, con el fin de poner un
límite a los avances del Gobierno y hacer que pierda la iniciativa y
pase a temer cualquier nueva votación en el Congreso.
La lucha de clases
irrumpe directamente en los enfrentamientos democráticos entre gobierno y
oposición. Si el gobierno trata de mantener el centro de los
enfrentamientos en el Congreso, valiéndose de la mayoría que todavía
detiene, los movimientos populares lograrán ocupar las calles, donde la
correlación de fuerzas le es totalmente favorable.
La dinámica de
avanzar con el paquete de maldades del gobierno genera, al mismo tiempo,
resistencias populares cada vez más amplias y, por lo tanto, pone
límites al paquete. Cuanto más nos acercamos a las elecciones de 2018,
el gobierno está encontrando con más resistencias dentro de su propia
base de apoyo en el Congreso. Sumando las resistencias populares, se va
configurando una tormenta perfecta para el gobierno, sobre todo a
partir del segundo semestre mitad de este año.
Luego del paro
general, el movimiento popular precisa seguir movilizando a sectores
cada vez más amplios de la sociedad a partir de la conciencia de cómo se
está vulnerando sus derechos, de cómo el país está retrocediendo, de
cómo Brasil solo con la restauración de la democracia puede volver a
crecer y a distribuir el ingreso. Necesita, al mismo tiempo, aumentar
la presión sobre los legisladores para impedir la aprobación de la
anulación de la seguridad social pública en el Congreso, de la
eliminación del CLT en el Senado.
El movimiento
popular necesita, al mismo tiempo, luchar para garantizar el derecho de
Lula a ser candidato presidencial, que es la condición para que tengamos
elecciones democráticas y de la recuperación del derecho del pueblo a
decidir libremente, mediante el voto, sobre los destinos que desea para
el país. Se trata de trabajar para anular toda capacidad de iniciativa
del gobierno, para que éste vea que cualquier acción que realice será
rechazada políticamente, que tendrá respuestas cada vez más drásticas y
amplias de la población.
El paro general,
por su éxito, es un nuevo marco en la lucha por la democratización del
país y por la obstrucción de la acción mortífera del gobierno golpista
contra Brasil. Refuta a quienes acusan al pueblo brasileño de una falta
de voluntad de luchar por sus derechos y por los destinos del
país. Muestra que la sociedad brasileña, movilizada y consciente, es
capaz de restaurar la democracia y reconducir al país de nuevo por los
caminos que fueron interrumpidos por el golpe.
(*) sociólogo y científico político brasileño, es coordinador
del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio
de Janeiro (UERJ).