Por Raúl Dellatorre (*) Es un golpe. no hay explicación basada en normas institucionales que permita darle otro nombre.
61 diputados, algunos acusados de recibir sobornos con pruebas
contundentes, otros sospechados, y el resto cómplices de los anteriores,
levantaron la mano para echar a la presidenta que habilitó la
investigación judicial de los hechos de corrupción de la trama
Petrobras. La acusación contra Dilma Rousseff es haber derivado
temporariamente fondos presupuestarios a otras cuentas, luego
compensados. Desvíos que no fueron a favor suyo ni de socios o amigos,
sino de planes sociales. Pero desvíos "no autorizados".
Comentarios hechos entre los miembros del gabinete interino de Michel Temer, también sospechado de corrupción, señalaban la conveniencia de sacar del camino a Dilma para frenar la ola de juicios por corrupción a políticos y empresarios. Cuando estos comentarios tomaron estado público, algunos de los ministros involucrados renunciaron. Igualmente, el Senado siguió adelante y cumplió su cometido: echar a Dilma.
La corrupción le ganó otra batalla a la democracia popular. Con las armas de la democracia institucional.
Comentarios hechos entre los miembros del gabinete interino de Michel Temer, también sospechado de corrupción, señalaban la conveniencia de sacar del camino a Dilma para frenar la ola de juicios por corrupción a políticos y empresarios. Cuando estos comentarios tomaron estado público, algunos de los ministros involucrados renunciaron. Igualmente, el Senado siguió adelante y cumplió su cometido: echar a Dilma.
La corrupción le ganó otra batalla a la democracia popular. Con las armas de la democracia institucional.
(*) Fuente: Motor Económico